Estas piezas fueron las primeras que realicé dentro del taller. Fueron creadas a partir de la búsqueda de buenos momentos en mis recuerdos. Considero el hacer como un momento meditativo, donde los pensamientos se reflejan directamente en los resultados.

En esa búsqueda llegué a uno de mis estados más tranquilos: la casa de mi abuela, jugando con los Pinypon, un juego de rol, heredado de mi tía. Se trata de un juego de construcción, donde se preparan ciudades, escenarios y personajes, casi como una maqueta. Desde esa lógica, cada pieza funciona como parte de un personaje o como una escenografía dentro de un tablero.

En este proceso, entendí que el arte conduce al equilibrio y que la creatividad es inagotable, capaz de silenciar el caos. Aquí comencé también a investigar cómo reacciona el vidrio sobre diferentes arcillas, generando cavidades que se presentan como calas llenas de agua.

Este trabajo estuvo acompañado e influenciado por dos lecturas: Ikigai y El camino del artista.